El terremoto de Kanto y los cambios en la cinematografía japonesa
La historia del cine japonés tuvo sus inicios a finales del siglo XIX y hacia la década de 1920 existían ya varias compañías productoras que habían conformado una incipiente industria cinematográfica que crecía rápidamente. En este contexto, el devastador terremoto de Kanto en 1923 trajo aparejados una serie de cambios en la producción cinematográfica japonesa que influyeron en el desarrollo de la industria en los siguientes años.
Kyoto: el nuevo centro de producción cinematográfica
El Gran Terremoto de Kanto de 1923 destruyó todos los estudios de Tokio donde se hacían películas dramáticas modernas, y la producción de films se trasladó entonces a Kioto, que era el centro de realización de los dramas antiguos. En 1924 la compañía Nikkatsu instaló en las afueras de Kyoto una nueva sede llamada Nikkatsu Uzuk masa Studio (más tarde Daiei Kyoto Studio). El nuevo estudio tuvo entre sus directores más destacados a Kenji Mizoguchi, considerado un representante del drama contemporáneo, quien hizo pleno uso de las técnicas cinematográficas que aprendió en Hollywood, produciendo películas como Port of the Mist (1923), Blood and Spirits (1923) y Female Master of Mad Love (1926), en las cuales experimentó con varios géneros y sentó las bases de su futuro estilo.
A finales de la década del 20 Shochiku comenzó a producir dramas modernos como Flor de la pasión (1926), El y Tokio, y Land King (1928) de Kihoyiko Ushihara que narraban historias urbanas de gente común y corriente. En esta época también se filmaron obras ambientadas en el campo, como Village Bride (1928) e Izu no Dancing Girl (1933) de Heinosuke Gosho, ambas protagonizadas por Kinuyo Tanaka, otra de las grandes actrices del cine clásico japonés y quien fue también la primera mujer en trabajar como directora de cine en una industria dominada por hombres . Otro de los directores que comenzó su carrera en este período fue el gran Yasujiro Ozu quien filmó muchas obras que presentaban a la gente común como protagonistas, entre las que pueden destacarse Me gradué de la universidad (1929) y Fallé (1930).
Estilo característico del cine japonés
A lo largo de su historia, el cine japonés ha ido incorporando influencias occidentales, sin embargo en su cinematografía perduran aún rasgos del estilo clásico que caracterizó a las primeras producciones del período mudo.
Uno de los rasgos más distintivos del cine japonés clásico es la contemplación, que fue tomada del hayku, un estilo de poesía japonesa que abordaba temas relacionados con la naturaleza o la vida cotidiana. Los cineastas japoneses encontraron en la contemplación la manera más fiel de representar su realidad, ya sea con la contemplación de su sociedad, de su cultura o de sus actos más banales.
Otra de las particularidades de las películas japonesas realizadas en las primeras décadas del desarrollo de su cinematografía fue la profunda conexión que estas tenían con su historia y sus mitos. Esta conexión se reflejaba en la elección de temáticas y enfoques narrativos que exploraban los valores, creencias y leyendas de Japón. Los directores de estas películas buscaban transmitir el espíritu y la esencia de su país a través de la pantalla, utilizando imágenes y simbolismos arraigados en la tradición japonesa. Este enfoque único dotó al cine japonés de una identidad distintiva y cautivó al público tanto nacional como internacional.
La influencia del teatro Kabuki a lo largo de la historia el cine japonés
La mayoría de las películas japonesas que se realizaron a comienzos del siglo XX se limitaron a reproducir representaciones teatrales y adaptar obras de Kabuki, una de las formas tradicionales más populares del teatro japonés, que fue creada durante el período Edo (1603– 1867). El maquillaje de los actores, sus movimientos, gestos y dicción tenían una gran similaridad con el estilo de actuación del kabuki. Momijigari (1899) de Tsunekichi Shibata, fue una de las primeras películas de ficción que se filmaron en el país, narra dos fragmentos de la obra kabuki Momijigari interpretados por Ichikawa Danjuro IX y Onoe Kikugoro V, dos de los actores más importantes de la época. El Kabuki y el Ningyo Joruri (arte de Títeres Bunraku), formas tradicionales del teatro japonés con una historia mucho más antigua que el cine, han tenido una influencia inconmensurable en la cinematografía japonesa, y aunque no hay una relación directa entre estas artes, en ocasiones las películas niponas han incorporado elementos estilísticos y narrativos del Kabuki y el Ningyo Joruri para crear una experiencia cinematográfica única que celebra la rica herencia teatral del país. Estas primeras producciones sentaron las bases para el desarrollo de diferentes géneros cinematográficos que posteriormente se convertirían en marcas registradas del cine japonés, como el Jidaigeki: drama histórico que tiene como escenario al Japón anterior al periodo Meiji (1868-1912); el Gendai-Geki: films sobre temas contemporáneos grabados por lo general en Tokio, un género que tuvo entres sus directores más representativo a Yasujiro Ozu; y el Kaiju eiga: cine de monstruos, que alcanzó popularidad internacionalmente con el film Godzilla (1954).
La llegada del sonido
Cuatro años después de que en Estados Unidos se estrenara El cantante de jazz (The Jazz Singer, Alan Crosland, 1927), reconocido como el primer largometraje comercial con sonido sincronizado y que marcó un hito en la historia del cine, en 1931 el cine sonoro japonés dio sus primeros pasos con la película Madamu to nyobo (La esposa de mi vecino y la mìa) una comedia de Heinosuke Gosho. Con el desarrollo del cine sonoro en Japón desaparecieron los benshis y los films comenzaron a contar historias basadas en guiones escritos por figuras famosas e intelectuales. En este período se destacaron directores como Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi, Teinosuke Kinugasa,y Heinosuke Gosho, entre otros. Fueron estos nuevas figuras quienes sentaron las bases de la identidad cinematográfica del cine nipón combinando elementos tradicionales de su cultura con otros de la cultura occidental americana y europea.
Los años 40, la guerra y el cine de propaganda
En la década del 40 con la instauración de un gobierno militar en Japón, la evolución del cine y la creatividad de las primeras décadas de su desarrollo sufrieron un impass, y como sucedió en el resto de los países que intervinieron en el conflicto bélico, el cine durante este período fue usado como instrumento de propaganda con el objetivo de convencer a la población de que apoyara la participación del país en el conflicto bélico y propagar y fortalecer las ideas y valores del régimen político gobernante.
Terminada la guerra, así como el país logró reconstruirse tras la devastación que produjo la participación de Japón en la Segunda Guerra y la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, la industria cinematográfica japonesa logró salir adelante y la década del 50 trajo una renovación estilística de la mano de grandes directores que ya venían evolucionando en sus carreras antes de la guerra como Mikio Naruse, Yasujiro Ozu y Kenji Mizoguchi, y el gran maestro del cine clásico japonés Akira Kurosawa, que realizó su primer film, Sugata Sanjuro (La leyenda del gran Judo) en 1943. Manteniendo su distintiva sensibilidad estética y su capacidad para explorar temas profundos, estos cineastas cuyas obras aún hoy continúan conmoviendo a audiencias de todo el mundo, llevaron al cine japonés a posicionarse entre las cinematografía más destacadas de la época y sentaron las bases para el florecimiento de una gran industria que en la actualidad sigue creciendo y reflejando la notable calidad artística y creatividad de sus cineastas.